sábado, 29 de diciembre de 2007

El final de la comida barata.



Que los alimentos han subido fuertemente este año ya es un hecho que hemos constatado todos los consumidores al afectarnos directamente donde más nos duele: en nuestro bolsillo.

Que el incremento en el precio de los cereales y piensos ha golpeado muy duramente a todos los ganaderos también es un hecho incontestable. He ahí la grave crisis ganadera por la que se está atravesando, crisis que se debe simplemente al hecho de que al ganadero no se le permite repercutir el coste creciente que le supone la alimentación del ganado.

Desde el Gobierno se intenta desviar la atención sobre las verdaderas causas y consecuencias del fuerte incremento de los alimentos, y paralelamente, no se atreve a tomar "cartas en el asunto" en lo que se refiere a la falta de transparencia en la formación de precios y en los márgenes abusivos que se quedan los intermediarios. Estos dos puntos son los que debieran centrar la máxima atención por parte de nuestro Gobierno.

He oído varias veces cómo se nos quiere transmitir cierta sensación de tranquilidad al afirmar que el elevado precio de los cereales es de naturaleza coyuntural y transitoria. Yo no estoy de acuerdo.

Permitidme un paralelismo. Ahora que la crisis inmobiliaria está quedando al descubierto y ya empieza a ser reconocida abiertamente, me viene a la memoria cómo unos amigos del trabajo me hacían llegar noticias de la prensa extranjera advirtiendo de lo que los expertos internacionales ya veían venir, mientras que desde España se negaba la mayor.

Lo mismo sucederá con los precios de las materias primas y de los alimentos, que como muy bien dice un artículo en el diario "The economist" deberíamos concienciarnos de que "se acabó la época de la comida barata". Este artículo contiene reflexiones muy interesantes, que seguro nos hará pensar. Se trata, una vez más, de otro punto de vista a tener en cuenta, aunque no lleguemos a estar de acuerdo con todos los puntos vertidos.



Seguidamente intentaré traducir su contenido, ya que aunque he visto alguna traducción al castellano de este artículo, no acababan de convencerme.

El final de la comida barata

6 de Diciembre de 2007
A partir de la edición impresa de "The Economist"

La subida del precio de los alimentos constituye una amenaza para muchos; al tiempo que representa una enorme oportunidad para el mundo.

Hasta donde la mayoría de la gente puede recordar, la comida ha venido siendo cada vez más barata y la agricultura ha estado en claro declive. Entre 1974 y 2005 los precios de los alimentos en los mercados mundiales cayeron en 3/4 en términos reales. La comida hoy es tan barata que occidente está combatiendo una glotonería que viene acompañada del hecho de que se tiren pilas de sobras de comida a medio comer a la basura.

Es por eso que el incremento de precios de este año ha sido tan extraordinario. Desde la primavera, los precios del trigo se han doblado y el de casi todas las cosechas bajo el sol -maiz, leche, semillas oleaginosas, que lleguemos a nombrar- se haya en su máximo o muy cerca de él en términos nominales. El índice de precio de los alimientos de The Economist es hoy más alto que nunca antes desde que fuese creado en 1845 (véase tabla). Incluso en términos reales, los precios se han disparado un 75% desde el año 2005. Sin duda los agricultores satisfarán los altos precios con inversión y una mayor producción, pero, aún así, la comida cara persistirá probablemente durante años (ver artículo).



Esto se debe a que la "agflation" (en referencia a la inflacción causada por el aumento de los precios del sector agropecuario) está apuntalada por cambios a largo plazo en la dieta que acompaña a la salud creciente de las economías emergentes -el consumidor chino que comió 20kg de carne en 1985 se "zampará" más de 50kg este año. Ésto a su vez empuja la demanda de grano: ya que son necesarios 8kg de grano para producir tan sólo 1kg de carne.

Pero el incremento de precios es el resultado de los imprudentes subsidios al etanol de América. Este año los biocombustibles se llevarán 1/3 de la cosecha record del maiz de América. Esto afecta directamente a los mercados de alimentos: llena el tanque del depósito de un SUV ("Sports Utility Vehicle", una especie de todoterreno deportivo) con etanol y habrás usado suficiente maiz como para alimentar a una persona durante un año. Y esto les afecta indirectamente, puesto que los agricultores se cambiarán al maiz en detrimento de otras cosechas. Los 30M de toneladas de maíz extra que se dedicarán a etanol este año equivalen a la mitad de la caída en las reservas de grano mundiales.

La comida cara tiene la capacidad de ser enormemente buena y enormemente perjudicial al mismo tiempo. Afectará negativamente a los consumidores urbanos, especialmente en los paises pobres, al incrementarse el precio de lo que ya es para ellos el elemento más caro en sus presupuestos domésticos. Por el contrario beneficiará a los agricultores y comunidades agrícolas al incrementarse la recompensa de su trabajo; en muchos lugares rurales pobres impulsará la fuente más importante de puestos de trabajo y el crecimiento económico.

Aunque el coste de la comida viene determinado por los patrones fundamentales de la demanda y el suministro, el balance entre lo bueno y lo malo también depende en parte de los gobiernos. Si los políticos no hacen nada, o hacen cosas incorrectas, el mundo se enfrentará a una mayor miseria, especialmente entre los pobres de las ciudades. Si llevan a cabo una buena política, ellos podrán ayudar a incrementar la salud de las naciones más pobres, ayudar contra la pobreza rural, rescatar la agricultura de las subvenciones y otras negligencias -y minimizar el daño a los residentes en barrios pobres y a los trabajadores sin tierra. Hasta ahora, los augurios parecen desalentadores.


"In the trough"

Esa es al menos la lección de medio siglo de política alimentaria. Cualquiera que sea la amenaza supuesta -la falta de seguridad alimentaria, pobreza rural, medidas medioambientales- el mundo parece contar con una única solución: la intervención gubernamental. La mayoría de las subvenciones y barreras comerciales han supuesto un coste enorme. Los trillones de dolares gastados en el apoyo a los agricultores de los paises ricos han conducido a impuestos más altos, peor comida, monocultivos explotados de forma intensiva, sobreproducción y unos precios mundiales que arruinan las vidas de los agricultores pobres en los mercados emergentes. ¿Y para qué? A pesar de la ayuda, muchos agricultores de occidente se han visto acosados por la pobreza. Una productividad en crecimiento significa que se necesitan menos agricultores que, rápidamente, desplazarán a los menos eficientes fuera del sector. Incluso ingentes cantidades de subvenciones no pueden revertir esta tendencia.

Con la "agflation", la política ha alcanzado un nuevo nivel de auto-parodia. Tomemos en consideración las subvenciones supuestamente verdes al etanol. Ya no sólo es el hecho que estén apoyando una versión relativamente sucia del etanol (resulta mucho mejor importar licor a base de azúcar desde Brasil); sino que también está compensando por aquellas subvenciones a los cereales más antiguas que condujeron a una bajada de los precios al favorecer una sobreproducción. La intervención se multiplica como las mentiras. Ahora los países como Rusia y venezuela han impuesto controles de precios -una ayuda a los consumidores- para compensar la ayuda de América a los productores de etanol. Mientras tanto, los altos precios del cereal están persuadiendo a la gente a cortar bosques para plantar más maiz.

La comida cara constituye una oportunidad para romper este ciclo vertiginoso. Unos mayores precios de mercado harán posible reducir las subvenciones sin herir a los ingresos. La factura agraria está siendo debatida ahora en el Congreso Americano. La Unión Europea ha prometido una revisión a fondo (no aún una reforma) de su mecanismo de apoyo a la agricultura. Las reformas de las últimas decadas han luchado, de hecho, con los programas agrícolas del mundo rico -pero sólo tímidamente. Ahora llega la oportunidad de que los políticos muestren que son serios cuando ellos dicen que quieren resolver los problemas de la agricultura.

El recorte de las subvenciones y las barreras mercantiles en el mundo rico ayudará a aquellos que vienen pagando tasas; podría hacer revivir la bloqueada Ronda de Doha, impulsando la economía mundial; y, mucho más importante, podría ayudar directamente a muchos pobres. En términos de política económica, es difícil pensar en un bien más grande.


Donde se necesita realmente la ayuda del Gobierno


3/4 de los pobres del mundo viven en áreas rurales. Los devaluados precios mundiales creados por las políticas agrarias durante las pasadas décadas han tenido un efecto devastador. Ha habido una caida continua de la inversión en agricultura y las cosas que la sustentan, como la irrigación. El porcentaje del gasto público dedicado a la agricultura en los países en desarrollo ha caído casi a la mitad desde 1980. Los paises pobres que antes solían exportar comida, ahora la importan.

La reducción de las subvenciones en occidente podría ayudar a revertir esta tendencia. El Banco Mundial reconoce que si se liberalizase la agricultura, los precios de las cosas en que los países pobres se especializan (como el algodón) subirían y los países en desarrollo podrían obtener ganancias de sus exportaciones crecientes. Y dado que la agricultura supone 2/3 de los trabajos en los países más pobres, es el factor más importante que podría contribuir en las primeras etapas del crecimeinto económico de estos paises. De acuerdo al Banco Mundial, los países realmente pobres obtienes tres veces más ingresos extra por un incremento de su productividad agraria comparado con el mismo crecimiento en los sectores de la industria o de los servicios. A largo plazo,
las crecientes granjas y los mercados abiertos proporcionan un suministro seguro de comida.

Sin embargo, hay un punto obvio -y aquel que justifica la ayuda del Gobierno. Los altos precios tienen un impacto mixto en la pobreza: harán daño a cualquier pais que pierda más por una comida cara que lo que gane por unos mayores ingresos. Y eso significa más de un billón de consumidores urbanos (y algunos trabajadores sin tierra), muchos de los cuales tienen una influencia política en los paises pobres. Dada la velocidad de los incrementos en el precio de la comida de este año, los gobiernos de los mercados emergentes no tienen otra alternativa que intentar suavizar sus efectos.

Donde puedan, estos gobiernos deberían subvencionar los ingresos de los pobres, en lugar de la comida en sí misma, porque esto minimiza las distorsiones sobre los precios. Donde las subvenciones sobre la comida sean inevitables, éstas debieran ser temporares y dirigidas sobre el pobre. Hasta ahora, la mayoría de las intervenciones del gobierno en mundo pobre han fallado: los políticos que parecen creer en la comida barata como parte del orden natural de las cosas han utilizado el control de los precios y las restricciones a la exportación, que tanto daño hacen a los agricultures y que ciertamente fallarán.

A lo largo de estos últimos años, ha crecido el sentimiento en que los ricos están devorando la salud del mundo. En los paises pobres, las crecientes diferencias en los ingresos adoptan la forma de una brecha entre la ciudad y el campo: los ingresos han estado creciendo mucho más rápido para los habitantes urbanos que para los del campo. Gestionada de una forma apropiada, la comida cara es una de esas oportunidades únicas en una generación para estrechar las disparidades en ingresos y para "destetar" a los agricultures ricos de las subvenciones y ayudar a los más pobres. La recompensa última, sin embargo, no será simplemente para ellos: es conseguir un mundo más rico y más justo.

No hay comentarios: