La noticia aparecía en agroprofesional.com a finales del mes pasado (España, mayor productor de transgénicos de la UE). En el enlace anterior se podrá leer la noticia al completo.
En una entrada anterior se abordaba el tema de los biocombustibles y su potencial real. Muy relacionado con este tema está el de los cultivos transgénicos que se abordará en esta nueva entrada.
Se habla mucho de ellos. Como en todo campo, contamos con defensores y con detractores. Las argumentaciones de los unos y de los otros son contradictorias en muchos casos. El siguiente artículo que transcribiré íntegro a continuación y sendos enlaces a dos de estas multinacionales (Monsanto y Syngenta Seeds) nos harán reflexionar nuevamente y nos motivarán a posicionarnos en uno u otro extremo: ¿a favor o en contra de estos cultivos modificados?
TRANSGÉNICOS: ¿A QUIÉN BENEFICIAN?
Alicia Gutiérrez Segovia. Curso 2002-03
Universidad Autónoma de Madrid
Resumen: La sociedad tiene dudas sobre los beneficios o perjuicios que puede ocasionar a la salud el consumo de alimentos transgénicos, ya que recibimos información de estos productos de dos polos opuestos. Por un lado, las grandes multinacionales de productos transgénicos relatan las grandes ventajas que puede aportar la ingeniería genética tanto para el medio ambiente como para la calidad de los alimentos y por otro lado, también recibimos noticias de las organizaciones ecologistas, contrarias a la comercialización de estos productos, que auguran los daños futuros que provocarán los trasgénicos.
En los últimos tiempos la manipulación genética de los organismos vivos ha pasado de ser una historia de ciencia-ficción a convertirse en el pan nuestro de cada día. Hemos asistido, con cierta impotencia, a la llegada de las primeras cosechas de cultivos manipulados genéticamente a nuestros privilegiados mercados europeos. La nueva tecnología se nos “vende” como la tecnología “del futuro”, pero se nos impone sin darnos opción a opinar y sin haber dado tiempo a evaluar sus peligros.
Pero, ¿qué hay de cierto en las grandes promesas de la industria sobre cultivos milagrosos, alimentos más sanos, y cuidado del medio? La cruda realidad es que los alimentos manipulados genéticamente no son más baratos ni más sanos, ni solucionan los problemas de la humanidad. Muy al contrario, la práctica totalidad de los nuevos cultivos han sido diseñados exclusivamente con el objetivo de aumentar las ganancias y el control del mercado mundial de alimentos por la industria agroquímica, que controla el gran negocio mundial de los herbicidas y plaguicidas químicos y que recientemente se ha fusionado con las grandes productoras mundiales de semillas.
Una gran proporción de estos cultivos se dedica a producir variedades que sean tolerantes a herbicidas, que se incorporan al “paquete” y obligan a su utilización, aumentando la dependencia del agricultor y asegurando a la industria un lucrativo negocio.
Le siguen en importancia las variedades insecticidas. Su cultivo a gran escala puede tener gravísimas repercusiones en los ecosistemas, al afectar a especies beneficiosas, como los insectos que transportan el polen de una planta a otra, o a insectos que se alimentan de las plagas. Sin embargo, en la carrera de la industria biotecnológica por acaparar mercados, estas cuestiones apenas han sido estudiadas y nuestros campos se están convirtiendo en ensayos experimentales a gran escala, sin tener en cuenta que si algo “sale mal”, no nos será posible controlar la “contaminación biológica” que estamos provocando.
Los consumidores somos los conejillos de indias de este increíble experimento, pues no han sido evaluados suficientemente los riesgos para la salud humana y a medida que la investigación avanza surgen mayores certezas de su peligrosidad para la salud.
Y en cuanto a solucionar el problema del hambre... Aunque nos lo repitan hasta la saciedad, sigue siendo falso que el problema del hambre en el mundo sea un problema de escasez de alimentos. Es un problema de reparto y de acceso a la tierra, a las semillas, al conocimiento, a la tecnología. Lo más irritante es que el aumento de la producción que promete la revolución biotecnológica no se dedica a alimentar a las poblaciones más necesitadas, sino a despojarlas de sus tierras y de sus semillas. El coste prohibitivo de las nuevas tecnologías dificulta el acceso de los programas públicos de investigación en mejoramiento de semillas y favorece el control del sector por media docena de compañías agroquímicas que acaparan el mercado e incrementar sus beneficios.
Así no se solucionan los problemas del hambre, sino que se pone en peligro el medio de subsistencia de la mitad de la población mundial que todavía vive de la agricultura, se atenta contra la biodiversidad mundial y se agrava el problema de acceso a los alimentos para los más pobres. Lejos de contribuir a solucionar los problemas del hambre, los cultivos transgénicos y el monopolio de las semillas son una amenaza para la agricultura sostenible, para la salud y para la seguridad alimentaria.
No hay pues una necesidad humana que justifique las innovaciones en biotecnología agrícola, hay criterios económicos pues la finalidad de la industria de la ingeniería genética es obtener ganancias y el mayor provecho de su inversión. Si los biotecnólogos estuvieran realmente comprometidos en alimentar al mundo, ¿por qué no se vuelcan en desarrollar nuevas variedades de cultivos más tolerantes a las malezas en vez de a los herbicidas? O ¿por qué no se desarrollan plantas fijadoras de nitrógeno o tolerantes a la sequía?
Los productos de la biotecnología debilitarán las exportaciones de los países del tercer mundo, especialmente de los productores de pequeña escala.
Aunque la biotecnología puede ayudar a mejorar la agricultura, su actual orientación promete más bien daños al medio ambiente, una mayor industrialización de la agricultura y una intrusión más profunda de intereses privados en la investigación del sector público. Hasta ahora la dominación económica y política de las corporaciones multinacionales en la agenda de desarrollo agrícola ha tenido éxito a expensas de los intereses de los consumidores, campesinos, pequeñas fincas familiares, la vida silvestre y el medio ambiente. La sociedad debe tener una mayor participación en las decisiones tecnológicas para que el dominio que ejercen los intereses corporativos sobre la investigación científica sea equilibrado por el control público.
Las industrias biotecnológicas se acojen a la protección que les brindan las ya conocidas patentes y derechos de propiedad, y que les ayudará a dominar el mercado e imponer sus deseos. Compárese con el monopolio de Microsoft en la informática personal y en la empresa en general con sus conocidos sistemas operativos (Windows XP, Windows Vista, Windows 2003) y con su paquete de ofimática (Office). Sus productos no son los mejores del mercado; sin embargo se han asegurado que casi todo ordenador que se vende venga con Windows preinstalado, y se han preocupado de bloquear a todos sus competidores.
¿Que harías si te dijeran que tanto el sistema operativo como las aplicaciones son gratuitas y tan buenas como las de Microsoft? ¿Te plantearías pagar por algo de lo que puedes disponer gratuitamente? Lo curioso es que la alternativa gratuita es una realidad, pero aún no está muy extendida entre los usuarios convencionales de ordenadores. Ninguno de mis ordenadores tiene Windows y no lo hecho en falta. Pero el 99% de los mortales sigue pagando por algo que ya es una "commodity", y por lo tanto ya carece de argumentación para seguir cobrando por ello.
A las multinacionales que están detrás de los transgénicos no les tiembla la mano a la hora de intentar imponer sus deseos y seguir aumentando su posición de monopolio. Sirvan de ejemplo las informaciones vertidas en algunos medios para ver algunas de las desagradables consecuencias que conllevan:
* Trabajadores y trabajadoras sin tierra fueron reprimidos por ocupar un campo transgénico ilegal (geroa.org)
* Monsanto gana a agricultor canadiense y va contra mexicanos (Greenpeace México)
* La semilla del suicidio (Cientos de campesinos indios deciden quitarse la vida al no poder asumir los costes de los cultivos) (EL PAIS)
3 comentarios:
Yo como técnico no me puedo oponer porque sí a la biotecnología. Se pueden conseguir cosas maravillosas con ella. El problema está en qué manos está esa tecnología y en las patentes.
Mientras la investigación y comercialización siga en manos de las cuatro multinacionales, con suficiente poder como para corromper a políticos de toda estirpe (no hay más que ver los EEUU donde ni siquiera son capaces del etiquetado por las presiones de las empresas) pues hay que oponerse, qué remedio.
La tecnología es un medio para lograr un fin. Y lo que interesa son los fines. Aunque a buena parte de la agricultura europea le interesen los cultivos trasgénicos, como tb le interesó la revolución verde, y hoy hablamos de 15.000 kg/ha de maíz como si nada...
Saludos
¿el fin justifica los medios?
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